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CERMI.ES semanal el periódico de la discapacidad.

9 al 16 de septiembre de 2011cermi.es semanal nº 1

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"4,32 millones de personas con discapacidad,
más de 8.000 asociaciones luchando por sus derechos"

Reportaje

Los militares con discapacidad reclaman su presencia en la sociedad

Cuando la discapacidad viste de uniforme

01/09/2011

Blanca Abella

“Han pasado 20 años desde la primera misión internacional acometida en nuestro país, se han producido muchas muertes de compañeros, siempre son demasiadas, y sólo hace falta conectarse a Internet para conocer el número de fallecidos, pero ¿han encontrado datos de cuántos han pasado a presentar una discapacidad permanente?”

Así se expresaba Andrés Medina, presidente de ACIME (Asociación Española de Militares y Guardias Civiles con discapacidad) en el III Seminario Internacional organizado por esta asociación, que forma parte del CERMI.

Y continuaba comentando la realidad de estas personas que muchas veces, lamentablemente, “desaparecen de escena a pesar de sus inquietudes y necesidades”.

Ese vacío del que habla Medina en las cifras de los militares con discapacidad es muy importante, asegura: “Esas cifras contienen vidas profesional y militarmente desubicadas, muchas personas de distintas funcionalidades, deseosos de apoyo, de comprensión, de reconocimiento”.

Historia de ACIME

A lo largo de la historia, los militares heridos han sido calificados y catalogados de diferentes maneras. Según exponían en un seminario de ACIME, en los siglos XIII-XV eran conocidos como ‘lisiados’, pero ya en los siglos XVI y XVII pasaron a denominarse ‘estropeados’, y se les permitía pedir limosna. Entre los siglos XVIII y  XX fueron conocidos como inválidos, después fueron mutilados… y hoy en día todos aquellos que adquieren una discapacidad y no resultan aptos para las Fuerzas Armadas, quedan fuera de su mundo, de la carrera militar. Pasan a las clases pasivas del Estado, del Ministerio de Defensa, al de Hacienda.

Ya no existe lo que se conocía como ‘Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria’, que comenzó a funcionar tras la guerra civil y desapareció en el año 1989 definitivamente. Ahora, todo aquel que no puede servir a las Fuerzas Armadas queda fuera de las mismas, simplemente pasa a ser un ciudadano más, de clase pasiva.

Y fue en ese mismo año, en 1989, cuando se creó ACIME (Asociación Española de Militares y Guardias Civiles con discapacidad): “Los primeros años fueron muy reivindicativos, muy de lucha y con muchos problemas, pero no sólo con el mundo político y los representantes de las administraciones, también con nuestros propios  compañeros. Hubo una especie de estigmatización del cuerpo ya que se asoció todo a la guerra civil y tuvimos una lucha fuerte hasta que comenzamos a hacer propuestas en torno a los derechos y servicios sociales”.

ACIME es una asociación con más de 20 años de existencia que aglutina y representa a los militares -y a sus familias- que han adquirido una discapacidad durante su permanencia en las Fuerzas Armadas y la Guardia Civil, haya sido en Acto de Servicio o ajeno al mismo. Actualmente cuentan con unos 8.400 asociados, a pesar de que el antiguo cuerpo de mutilados contaba con una cifra mucho mayor, unos 22.000.

Andrés Medina, presidente de ACIME, comenta: “El cuerpo de inválidos agrupaba a todos los lesionados, se integraban en un grupo que formaba parte de las Fuerzas Armadas, pero esto se eliminó y ahora habría que crear alguna otra estructura donde puedan estar un poco protegidos. Se ha creado la Unidad de Apoyo a Heridos y Familiares de Fallecidos y Heridos en Acto de Servicio de las Fuerzas Armadas (diciembre de 2010), pero es algo incipiente y no hemos visto hasta ahora un impulso suficiente; y no debía ser una unidad, sino una estructura mayor, incluso en cooperación con el Ministerio de Sanidad y Política Social.”

“Los militares y guardias civiles asumen conscientemente el riesgo de su profesión, pero como se expresa en su código interior y de valores, esperan de su superior, de su institución, de sus representantes, en definitiva de su país, que no les olviden; la mayor parte de sus demandas no tienen coste económico, tienen que ver con el reconocimiento y la reparación moral”, afirma Medina.

Visibles y capaces

Uno de los grandes problemas a los que se enfrenta ACIME es la invisibilidad, como bien explica Andrés Medina al hablar de las cifras de muertos y heridos en misiones internacionales. ¿Dónde están esos heridos? ¿Qué ha sido de sus vidas? ¿Su carrera? ¿Su trabajo? ¿Sus familias? No existen para nadie pues no se habla de ellos. Sin embargo, cada vez hay más.

Andrés Medina explica: “Creo que los militares asumen su compromiso y el riesgo que conlleva su profesión, y la sociedad también, sin embargo desde el ámbito político el hecho de que se produzcan bajas o se vea que la misión es peligrosa, eso gusta menos; es un problema político, de escasa visibilidad y tiene que haber más transparencia; si el militar y la sociedad lo asumen, que lo haga también el político. No tenemos cifras de heridos y discapacidades, no hay estudios de nada. No hay que tener miedo al coste político. La visibilidad de los que caen debe ser normal”.

La importancia de los datos y cifras es primordial a la hora de establecer líneas de trabajo desde ACIME, donde comentan algunos datos que son realmente llamativos. Por ejemplo, en torno al 70% de las personas con discapacidad de ACIME adquirieron dicha discapacidad en el Servicio Militar Obligatorio. Otro dato: en los conflictos actuales, cada vez hay un mayor número de soldados heridos con respecto a los muertos. Y gran parte de ellos, de extrema gravedad. Y un dato más: según estudios realizados en países como Holanda, Estados Unidos, o Reino Unido, entre el 10 y el 20 por ciento de los militares que regresan de misiones internacionales, sufren el conocido Trastorno por Estrés Postraumático.

La amplia variedad de problemas de salud mental que presentan los militares en actos de servicio es quizá una de las preocupaciones de mayor calado en los últimos tiempos. De ahí la importancia de estudiar este fenómeno, reconocerlo, hacerlo público y tratarlo.
Son muchas las cuestiones que tiene pendiente ACIME, como dice su presidente:

“Este sector de la discapacidad es singular, diferente. La discapacidad la adquieres cuando eres mayor y limita tu profesión, te fijan una pensión económica muy escasa y cada uno se busca la vida. Unos se dejan llevar y no hacen nada, otros se reciclan individualmente en cosas distintas”.

Luis Cayo Pérez Bueno, presidente del CERMI, comenta los cambios que se producen en la discapacidad a lo largo de la historia y cómo afectan, en este caso, a los militares: “La discapacidad normalmente se adquiría en los primeros años de vida o era algo congénito, y ahora hay cada vez menos discapacidades en esos primeros años, la discapacidad es sobrevenida y acompaña a la prolongación de la vida. Esto supone un cierto desajuste con la realidad de las políticas, con los sistemas, con los marcos de apoyo y dispositivos de atención de nuestro país, que están más pensados para las discapacidades de origen. Nuestras leyes y mecanismos, siempre insuficientes, no son especialmente certeras cuando se trata de la discapacidad sobrevenida. Un ámbito en el que se aprecia significativamente es el laboral, y dentro del mismo, si nos ceñimos a los empleados públicos, y entre ellos los militares, creo que se produce un desajuste, una inadecuación cuando la discapacidad sucede trabajando en ese noble y alto servicio que es servir a las Fuerzas Armadas, a los ejércitos. Cuando la discapacidad se adquiere en ese momento, no creo que haya mala voluntad, pero se recibe como una anomalía, un elemento perturbador que el sistema no está pensado ni concebido para aceptar, y determina muchas veces la expulsión, el apartamiento, la condena, la inactividad forzada de esa persona, que antes era plenamente activo, que estaba inserta en su medio”.

Sin embargo, muchos de esos militares con discapacidad, retirados de las Fuerzas Armadas, conservan intactas numerosas capacidades que les permiten desarrollar innumerables labores profesionales, incluso dentro de esas Fuerzas Armadas. Pero eso no es posible, por ejemplo, si el militar quedara en silla de ruedas, sería retirado a las clases pasivas… él podría iniciar una nueva vida laboral, sí, pero siempre fuera de ese mundo.

Reivindicaciones y enfermedad mental

Algunas de las reclamaciones vitales de ACIME giran en torno a cuestiones que apenas suponen un coste económico, se trata de lo que ellos conocen como el principio de reparación moral, un reconocimiento, un remedio contra el olvido. Desean, especialmente, que los militares con discapacidad puedan acceder al principio de reparación a través de los conocidos ascensos honoríficos. En este punto, ACIME denuncia un caso claro de discriminación, pues hasta ahora han sido rechazadas todas las peticiones de ascenso honorífico presentadas por cientos de componentes de la asociación: “No ha habido ni una contestación afirmativa en este sentido pero sí podemos afirmar que todas las que se han recibido adolecen de al menos una característica común: la falta de normalidad. Y ello sin tener en cuenta que la mayoría de ellos son poseedores de la Medalla de Mutilado que les da derecho a ese ascenso honorífico”, afirman en ACIME.

Además, y como objetivo fundamental, vuelve a tratar el tema de la visibilidad: “Queremos hacer visible la discapacidad militar, que se hagan estudios e investigaciones de todos aquellos que adquieren una discapacidad mientras pertenecen a las Fuerzas Armadas y también cuando salen de ellas; y que se difundan esos estudios, que se conozcan. Que se cree en Defensa una estructura de apoyo e integración de esas personas”.

Y entre todos estos estudios, destaca el de los problemas psicológicos, tal y como explicó en el III Seminario de ACIME el Teniente Coronel Pedro Baños Bajo, quien expuso claramente la situación actual entre los militares que trabajan en misiones internacionales. Asegura Baños Bajo que los de las democracias modernas, plenamente respetuosas con los derechos humanos y las libertades individuales, deben enfrentarse cotidianamente con escenas en las que la parte opuesta no respeta ninguna norma, ni legal ni moral.

Según su criterio, hoy en día, al militar que participa en una misión de paz debería tratársele como si hubiera estado en una operación de alta intensidad, sobre todo en lo que a seguimiento psiquiátrico y psicológico se refiere. Y afirma: “El Trastorno por estrés post-traumático no se genera sólo al participar directamente en enfrentamientos armados, también se produce por haber estado bajo fuego adversario, resultar herido, mover cuerpos de muertos y mutilados, o conocer que alguien cercano ha fallecido. Son situaciones crudas y violentas muy habituales en las misiones actuales -incluso en las relacionadas con la paz-, donde es muy difícil distinguir los ambientes seguros de los peligrosos”.

Y ocurre después lo que el conocido psiquiatra español Rojas Marcos afirma en su libro “Las semillas de la violencia”: “Después de un traumatismo psicológico el sistema humano de autoconservación se pone en un estado continuo de alerta, como si el peligro estuviera latente y pudiera retornar en cualquier momento, lo que hace que nos asustemos con facilidad, que reaccionemos con irritabilidad a provocaciones sin importancia y que experimentemos dificultad para relajarnos o conciliar el sueño. Y mucho después de pasado el peligro, volvemos a vivir la experiencia como si estuviera ocurriendo en el presente. La situación aterradora se entromete en nuestra vida diaria como una obsesión cargada de escenas estremecedoras retrospectivas y altera la normalidad de nuestra existencia”.

Es, algo parecido a lo que le ocurre al militar que, tras volver de la misión, comienza a tener problemas en su casa, en su vida cotidiana, que antes no tenía, como reaccionar violentamente cuando un conductor hace sonar el claxon, o cuando un vehículo se acerca excesivamente al suyo…

“Soldados que deben pasar de la violencia extrema, de embrutecimiento, a una sociedad que rechaza todas las formas de violencia, y que muchas veces no comprende a los que luchan y mueren por ella”, afirma Baños Bajo.

Las Fuerzas Armadas de Estados Unidos hizo públicos en mayo de 2011 unos informes sobre el incremento de las enfermedades mentales padecidas por las fuerzas estadounidenses desplegadas en Afganistán, el cual ha ido en paralelo con el aumento de la violencia en los últimos meses en este escenario de conflicto.

Entre los datos más sobresalientes aportados, se puede destacar que: se producen más hospitalizaciones por desordenes mentales que por cualquier otro tipo de enfermedad o herida; el 17,4 % de los soldados de las unidades operativas terrestres sufren un acusado estrés mental; un 20% de las tropas han sufrido en algún momento del despliegue un problema psicológico, tal como ansiedad, estrés severo o depresión; el 32,2% de los soldados evaluados al mes de haber regresado de la misión sufren algún tipo de depresión.

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